29 de marzo de 2010

Into...

Ilusa anhelaba la aparición de una sombra acusadora o escuchar el murmullo de un suspiro testigo, pero entre el coqueteo de su vigilia, la sensualidad de mi peso y su siempre lasciva paranoia, salía un tanto desfavorecida; algo herida y más bien agonizante.

El viento revolvió burlón por última vez mi cabello.

Una lombriz se retorcía en el suelo bajo los impecables mocasines -Dios perdóname y olvida el todo de lo que falle -.

Una mancha delatora en la manga del fino traje y no habría mas rastro de mi ahora interminable viaje en el olvido. Sus ojos buscaron en vano -antes de decir adiós -en la nada extraviada en mí y eso siempre fue el preciso producto de lo que le di a cambio. Me entrego a la tierra y relleno la fosa él mismo.

- ... Y grabe con el indice su nombre en la arena para poder borrarlo todo en un movimiento.